La rebelión de las mariposas

Mariposa

Era ruido, ni más ni menos que ruido y sin embargo solo percibí música en mis sentidos. El golpe de la puerta al cerrarse, produjo el mismo sonido de todos los días cuando llego del trabajo y empujo con suavidad el símbolo de mi intimidad, y a pesar de todo, solo escuché una melodía con olores y sabores tan familiares como deseados. ¡Condenada puerta! ¡cómo la quiero!

Sujeté con mis manos un papel, sin ánimo alguno de leerlo y mientras lo agitaba lentamente, como jugando con su volatilidad, seguí el rastro de una gota de agua en mi ventana. Había cientos de gotas, pero solo percibí una. Hacía frío en la calle, las copas de los árboles se movían con cierto estrépito por un viento juguetón que las agitaba caprichosamente. Hacía frío, mucho frío en la calle, pero yo solo percibí calor, recogimiento y mucha paz. Porque el mundo quería ser cruel pero se había producido la rebelión de las mariposas.

Miré esa vela rosa que me habías regalado, sin llama, sin luz y sin embargo sentí el calor de un fuego tenue y cálido que hacía reposar mi agitado corazón. Me aseguré que, por una vez en las últimas semanas, ni una sola mota de polvo atenuara el placer de pensarte y la ilusión de imaginarnos.

Parecía que no pero es, tenía miedo pero apagué su llama, quería tragarme el futuro y este me inundó, porque el futuro eres tú y está dentro de ti. Tú llevas dentro  «mi mejor regalo», tú eres la rebelión de las mariposas.